La nueva normalidad ya ha llegado. Después de cortar de manera brusca con nuestros hábitos y rutinas laborales, familiares, de relación o de ocio, y quedarnos un largo tiempo en aislamiento, volvemos a la normalidad. Pero, significa esto que ¿hemos vuelto al punto de inicio?
Después de hacer un esfuerzo a nivel personal y emocional, gestionando hijos, tiempo, tristeza, miedos y frustraciones, pero también creciendo personal y emocionalmente, generando resiliencia y recursos de adaptación a los cambios, ¿Volvemos a estar donde estábamos? La respuesta es NO. No volvemos a lo de antes, ni personal ni emocionalmente. Tanto si la vivencia ha sido en negativo como en positivo, el impacto ha sido tan grande que la nueva normalidad no será en ninguno de los casos como la normalidad de antes.
El susto inicial que luego se ha ido suavizando, la incertidumbre que poco a poco se disipa o, la angustia y la ansiedad por lo no controlado, han disminuido pero seguirán conviviendo en esta nueva normalidad. Volver a la oficina, ir a comprar o incluso participar en una reunión familiar o con amigos seguirá suponiendo estrés y ansiedad, aunque lo haga con diferente intensidad.
Para aquellas personas que, durante este aislamiento, han podido encontrar un espacio y un tiempo para reencontrarse consigo mismas y con sus verdaderos objetivos personales, potenciando cualidades y capacidad de gestión emocional, quizás la nueva normalidad les haga experimentar cierto desasosiego porque les recuerda a la “desconexión personal” que tenían y no quieran volver a ella.
En cualquier caso, la nueva normalidad trae consigo “vulnerabilidad emocional”, es decir inseguridad emocional. Y por tanto, una necesidad irremediable de aprender a: flexibilizar, cuidar el sueño y la alimentación, gestionar y equilibrar el tiempo obligación-placer, atender a nuestras necesidades, potenciar los objetivos personales y tomar un tiempo para estar con nosotrxs y nuestras emociones.
La vulnerabilidad emocional es para con todxs. Vulnerabilidad para las personas con carga familiar que vuelven al trabajo presencial y tienen que hacer aún más esfuerzo para conciliar. Vulnerabilidad de los colectivos ya vulnerables económica y socialmente. Vulnerabilidad para aquellas personas que han perdido a algún familiar o se encuentran en el grupo de riesgo. Vulnerabilidad para aquellas personas que han perdido su trabajo y no tienen un horizonte fácil en este sentido. En todos estos casos, la situación es negativa, no hay duda, pero si la vivencia de la emoción es poco “resiliente” el impacto en nuestro bienestar emocional es más negativo.
Ya no basta con los hábitos y rutinas de siempre, en la nueva normalidad hay que cuidar de nuestra “vulnerabilidad emocional” para poder asegurar nuestro bienestar emocional.
Dra. Raquel Bañuls
Directora EDIpsicólogos
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