La muerte forma parte de la vida. Todos los seres humanos, desde el momento en que nacemos estamos expuestos a la muerte. En algún momento de nuestra vida vamos a tener que transitar este hecho de alguna manera: en primera o tercera persona. Aunque pensar en esa realidad nos angustia, nos da miedo y nos duele, la muerte no puede separarse de la vida. Por ello debemos generar recursos que nos ayuden a poner palabras e integrar el proceso del duelo en nuestra vida.
El duelo adulto es duro y difícil pero cuando se trata de un niño o niña, el proceso resulta aún más complicado. En este caso no solo entran en acción las emociones experimentadas por el niño/a, si no también el modo en que los adultos de referencia asumen, enfocan, acogen y explican la pérdida el niño/a o adolescente. El bloqueo en el adulto muchas veces genera bloqueo en los niños y niñas. Cuando el adulto, atrapado por el temor y la angustia, elige callar u ocultar este hecho al niño/a piensa que está protegiéndole de un dolor mayor, pero lo cierto es que solo está “retrasando” su curación. Elegir la palabras y el momento van a ser fundamentales para no generar confusión ni crear un shock adicional en el niño/a, pero de ninguna manera podemos dejar pasar el tiempo sin abordar esta cuestión. No se puede evitar que los niños/as experimenten el dolor pero si se les puede ayudar a generar recursos frente al dolor de una pérdida. La muerte de un ser querido es inevitable y los niños/as y adolescentes sienten y se cuestionan muchas cosas al respecto. Se hacen preguntas, temen a la muerte o al sufrimiento derivado de ella, cambian comportamientos, se sienten inquietos o experimentan dolor, todo ello ha de ser atendido, escuchado y cuidado para que se integre sanamente en su vida.
Los niños/as y adolescentes se preguntan sobre la muerte de manera diferente a lo largo de ciclo vital en función de su madurez cognitiva y emocional. Es importante tener en cuenta estas diferencias para abordar el duelo infantil. Así, no es hasta los 3 años que los niños/as empiezan a preocuparse por la muerte. Entre 6 y 9 años, sienten curiosidad sobre el cuerpo y sus procesos, se preocupan por cómo se sentirá la persona que muere o por aspectos más abstractos como a donde va la persona que muere. Entre los 9 y 12 años, son capaces de mostrar empatía por quien experimenta una perdida y se pregunta por cómo cambiará su vida tras esa perdida (cambio de vivienda, etc.). Finalmente a partir de los 12 años y en la adolescencia, las preocupaciones respecto a la muerta son parecidas a las de un adulto (sufrimiento, situación económica, etc.).
El duelo es el proceso que sigue a la muerte de un ser querido y por el cual nos adaptamos a su pérdida. Se trata de un proceso que requiere su tiempo, es dinámico (requiere de movilización de la persona), es normal e intrínseco al ser humano y es único para cada una de las personas, no hay dos duelos iguales. Además requiere de un trabajo personal para movilizar/aprender recursos o habilidades que le permitan: aceptar la realidad de la muerte, trabajar las emociones asociadas, aprender en el mundo en que el fallecido no está y recolocar al muerto en nuestra vida y seguir viviendo.
Para trabajar estos recursos y herramientas debemos tener en cuenta que a diferencia del duelo adulto, en el duelo infanto-juvenil los tiempos son diferentes. El niño sigue su ritmo de estudios y actividades lo que permite estar “aquí y ahora” y, resolver el duelo antes que los adultos, generalmente. En este caso mantener las rutinas suele ser un factor protector. Además, el niño/a necesita comunicar sus dudas e inquietudes a los adultos, el apoyo de sus familiares es imprescindible para la resolución del duelo.
¿Cómo conciben la muerte los niños/as y adolescentes?
- De los 0 a 3 años:
- A esa edad no existe el concepto de muerte como tal.
- Se percibe la ausencia de la persona significativa.
- Los estados emocionales se contagian.
- Entre los 3 y 6 años:
- Creen que la muerte no es definitiva.
- Creen que los fallecidos siguen manteniendo sus funciones vitales, pero en otro lugar.
- La muerte es selectiva, principalmente algo característico de personas mayores o que están muy, muy enfermas.
- Las explicaciones de los adultos son entendidas de manera literal
- Entre los 6 y 10 años:
- Comprenden la universalidad e irreversibilidad de la muerte al final de esta etapa, aunque hay oscilaciones en el concepto.
- Tardan en comprender que los muertos no sienten, que los sentidos han dejado de funcionar y preguntan mucho sobre el tema, lo acaban entendiendo en esta franja de edad.
- Comprenden bien la interrupción de las funciones vitales.
- Creen que la muerte es selectiva, propia de personas mayores: cuando entienden que ellos también pueden morir se angustian ante la idea de su propia muerte y la de quienes los rodean.
- Aparecen los primeros pensamientos de culpa asociados a su egocentrismo.
- Existe preocupación por su salud y la de los adultos de su entorno. Temen otras muertes, que enfermen sus figuras de apego o ellos mismos.
- Hacen muchas preguntas, sobre todo las referentes a rituales o creencias.
- Pueden mostrar interés en participar en los ritos y despedidas, hacia los 6 años pueden hacerlo, siempre con condiciones favorables y habiéndoles explicado bien en qué consisten previamente.
- Es importante no mentirles ni edulcorarles la información: antes o después conocerán la verdad y preferirán haber sido incluidos.
- Resulta fundamental que su opinión sea tenida en cuenta o, al menos, que les consultemos determinadas cosas para integrarles en el proceso.
- Lo habitual es que manifiesten confusión en los conceptos, preocupación por otros fallecimientos, curiosidad sobre la muerte, problemas de concentración, preguntas recurrentes, etc.
- Entre los 9 y 12 años (pre-adolescentes):
- No necesitan explicaciones adaptadas, comprenden todas las dimensiones de la muerte.
- Son conscientes de la mortalidad y en esta etapa aparecen las preocupaciones o las ideas en torno a su propia muerte.
- Aparece curiosidad por los temas espirituales y religiosos, sus opiniones sobre este tema oscilan mucho.
- Participan en los ritos funerarios y muestran interés por este tema.
- Son conscientes del impacto y los cambios que genera la muerte y de cómo van a condicionar su futuro o como influirán en las demás áreas de su vida.
- La expresión emocional les cuesta, pero debemos facilitársela.
- Pueden sentirse agobiados o abrumados ante la preocupación adulta.
- Se debe respetar su silencio si son reacios a hablar y buscar otro momento más propicio.
- Adolescentes:
- Conocen la muerte en todas sus dimensiones y no necesitan explicaciones complejas, son capaces de valorar la muerte y enfrentarse a ella en su imaginación.
- Es una etapa en la que prima el pensamiento abstracto y habrá mucha teorización y discusión sobre aspectos filosóficos y religiosos.
- Es una época en la que pueden reaccionar con conductas de riesgo que ponen en peligro su propia integridad.
- Las relaciones con los adultos y sus iguales pueden sobrepasarles y a veces necesitan espacio para poder reaccionar y expresarse.
- Pueden participar en todos los ritos de despedida y, si quieren, pueden tener un papel protagonista.
- Nos vamos a encontrar con reacciones parecidas a las de los adultos:
Temas que debemos abordar:
- Irreversibilidad
- Lo que muere no vive más.
- Evitar metáforas como “ha subido”, “está”, “se fue” o “es una vida mejor”.
- No es algo temporal, es definitivo.
- Fundamental: entender que NO VAMOS A VER MÁS A ESA PERSONA.
- Universalidad:
- Todos morimos
- Cuidado con las respuestas rotundas.
- Con los más pequeños se usa la postergación.
- Si la muerte es previsible, les introduciremos en ella de manera gradual.
- Objetivo: que entienda que todos vamos a morir sin que eso le genere angustia.
- El cuerpo deja de funcionar: las funciones vitales se detienen
- El muerto no ve, ni oye, ni respira, ni siente, ni huele, ni piensa, etc.
- Evitar expresiones que hagan referencia a las funciones vitales en un intento de tranquilizar al niño/a.
- Evitaremos el uso de metáforas, porque confunden.
- Apelamos al recuerdo y a la memoria cuando el niño comprenda que las funciones vitales se han detenido.
- Toda muerte tiene su causa
- Las causas son físicas y hay que explicarlas.
- Hay que entender la muerte física para incluir las creencias religiosas.
- No depende de la bondad o la maldad de cada uno, ni de la edad u otros detalles.
- Debemos evitar las explicaciones que no mencionen las causas: no se muere uno de un accidente, de repente o de golpe.
¿Quién, cómo, cuándo y dónde? Comunicar la muerte de un ser querido
- Las personas cercanas y queridas tienen prioridad: los padres en primer lugar, luego quien más cercano sea o se vaya a quedar al cargo del menor. Prima el cariño frente al parentesco.
- Lo antes posible.
- En un lugar íntimo para que pueda expresar lo que sienta con libertad.
- La información puede darse de manera gradual, partimos de lo esencial para después dar detalles.
- Hay que aclarar los aspectos fundamentales para que el niño/a entienda la muerte.
- Es el momento de introducir los ritos y los homenajes.
- Se pueden abordar las creencias religiosas.
- Las responsabilidades se aclaran.
- Contestaremos a sus preguntas en la medida de lo posible.
- Les especificamos que siempre recordaremos al fallecido y que no puede ser reemplazado por nadie.
- Facilitaremos la expresión emocional y sólo protegeremos a los niños de emociones muy intensas o desbordantes.
Facilitadores y bloqueadores del proceso
EDAD | FACILITA | BLOQUEA |
0-2 años | · Poder anticipar la muerte. Mantener las rutinas.
· Usar palabras adaptadas. · Sustituir al fallecido en las rutinas. · Emociones adecuadas a la situación |
· Cambios bruscos y rápidos.
· Alteración en las rutinas. · Cuidadores nuevos o con los que haya poca familiaridad. · Emociones extremas |
3-6 años | · Uso claro y adaptado del lenguaje, usaremos un lenguaje real.
· Comprender la insensibilidad post-mortem |
· El uso de metáforas.
· Usar frases como |
6-10 años | · Entender todas las dimensiones de la muerte.
· Explicar los rituales y dejarles participar si así lo desean. · Permitir las emociones. · Responder a su curiosidad. · Prepararlos para el desenlace, si es posible. · Valorar su opinión, en torno a los 9 ó 10 años |
· No aclarar las fantasías o teorías imaginadas.
· No explicarle cómo son los rituales y lo que va a ver o encontrar. · Ocultar los detalles del fallecimiento |
10-13 años | · Enseñarles a valorar los recuerdos.
· Compartir nuestras experiencias. · Compartir las emociones y los sentimientos. · Solicitar su ayuda en los ritos de despedida. |
· Atosigarles sobre lo que les pasa.
· Invadir su intimidad |
Adolescencia | · Sentirse parte activa de todo.
· Valorar su opinión. · Corregir con cariño sus expresiones u opiniones “radicales”. |
· Apartarles de los sucesos. Permitirle actitudes basadas en la idea: .
· Atosigarle con constantes ejemplos nuestros. · Retrasar la noticia y anteponer a otras personas. · Pedirles ayuda en nuestras responsabilidades |
*Extraído de la guía de duelo infantil de la Fundación María Losantos del Campo
Raquel Bañuls
Dra. Psicología
Directora EDIpsicólogos
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